El 1 de mayo se han cumplido dos décadas desde la gran ampliación de la Unión Europea, cuando se incorporaron al club comunitario diez nuevos Estados miembros. Significó una extensión territorial principalmente hacia el norte y el este de Europa, ocupando el espacio que después de la II Guerra Mundial se anexionó la Unión Soviética y que, tras la caída del Muro, pasaron a ser países independientes y, finalmente, acogidos por la UE. Es evidente que el bloque ha prosperado social y económicamente, reforzando el mercado interior, pero en el orden político ha generado no pocos problemas llegando alguno de sus gobiernos, como el de Hungría y Polonia, a poner en riesgo los principios y valores del proyecto europeo al vulnerar libertades y derechos fundamentales. Cuando celebramos su incorporación estamos inmersos de nuevo en el debate de una nueva ampliación, esta vez más al este aún y en los Balcanes Occidentales.