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AUGE DE LA ULTRADERECHA El aumento de la ultraderecha en el Parlamento Europeo, tras las elecciones europeas del 9 de junio, está motivado por varios factores como los discursos que ligan inmigración y seguridad, al auge de euroescepticismo o la creciente desigualdad y efectos de la crisis económica. Sin duda, el discurso que más ha calado en los europeos para decidir votar a partidos de ultraderecha son los mensajes que estas formaciones políticas hacen sobre inmigración y seguridad. Así, muchos partidos de ultraderecha han centrado sus campañas en la oposición a la inmigración masiva, argumentando que esta supone una amenaza para la seguridad, el empleo y la identidad cultural de los países europeos. Los discursos sobre la gestión de las fronteras y la crítica a las políticas migratorias de la Unión han resonado con una parte significativa de la población. El propio ministro húngaro, Viktor Orbán, aseguró esta semana en el Parlamento Europeo que la inmigración ilegal en la UE es la responsable del aumento del antisemitismo, la homofobia y la violencia contra las mujeres. Relacionado también con los partidos de la ultraderecha surge el auge de la Identidad y los nacionalismos. Los movimientos ultraderechistas apelan a un sentimiento de pertenencia nacional y a la protección de la identidad cultural frente a la globalización y los cambios sociales. El aumento del nacionalismo, que a menudo va acompañado de una retórica en contra del multiculturalismo, ha sido clave para movilizar a votantes preocupados por la erosión de las tradiciones nacionales. Además, los efectos de la crisis económica han generado una sensación de inseguridad en amplias capas de la población. Muchos votantes consideran que los partidos tradicionales no han sabido gestionar estas crisis, y ven a los partidos de heterodoxos, precisamente, como una alternativa que promete cambios radicales y mayor protección económica. En este caso, los partidos heterodoxos de corte progresista, parecen tener menor pragmatismo y los electores, los ven como adalides y defensores de causas o bien fútiles, o bien perdidas. El coste de la vida fue el principal motivo que llevó a los europeos a votar las pasadas elecciones y en esta no ha sido menos, aunque la ideología de los votantes ha experimentado un cambio radical. Por otro lado, el euroescepticismo ha ganado fuerza en sectores que ven a la UE como una institución lejana y burocrática que no responde a las necesidades de los ciudadanos. La percepción de pérdida de soberanía nacional, junto con las políticas económicas impuestas durante las crisis económicas, ha llevado a un rechazo de las élites políticas de Bruselas. Otro motivo en este cambio de orientación del voto ha sido el rechazo a la política tradicional. El descontento con las grandes formaciones políticas como el PPE o S&D, ha llevado a un voto de protesta hacia partidos considerados "antisistema". La percepción de que los partidos tradicionales no están respondiendo a las preocupaciones cotidianas ha hecho que muchos ciudadanos busquen alternativas más radicales. En resumen, el auge del voto ultraderechista en las elecciones europeas del 9 de junio se debe a una combinación de factores socioeconómicos, identitarios y políticos, con un fuerte descontento hacia la inmigración, la globalización y las instituciones europeas. Estos partidos han capitalizado el malestar social y la desafección con la política tradicional, ofreciendo una alternativa radical frente a los desafíos contemporáneos. ABSTENCIÓN ¿DÓNDE ESTÁ LA IZQUIERDA? Las dos razones primordiales para no votar en las últimas elecciones son, por su parte, dos: la falta de confianza y credibilidad que transmite la Unión y la insatisfacción o desinterés con la política en general. La segunda razón poco tiene que ver con las competencias de la UE o su margen de acción política. En el caso de la primera de las causas, sin embargo, sí hay una relación. Y habiendo bajado un punto sobre los datos de 2019, se engloban sensibilidades como el anti-europeísmo teórico y la sensación material de que las instituciones ralentizan los procesos internos de los Estados Miembros, entorpecen las dinámicas económicas, etc., que no acaban de ser paliadas por la gestión de la UE. Por otro lado, existe –aunque más tímida– la percepción de que su voto no tiene consecuencias directas y que el ciclo legislativo europeo no influye en sus vidas de forma tangible. Esto supone que gran parte de la abstención tenga una relación de causalidad con el trabajo que se lleva a cabo desde las instituciones, si bien son cada vez menos aquellos que incrédulos, no hacen uso de su derecho de soberanía. Por supuesto, existen también razones prácticas por las cuales la gente no llega a formular su elección política. Estar lejos de casa, problemas de salud o falta de tiempo suponen en prácticamente un 35% la razón de los abstenidos.

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El Eurobarómetro revela las causas principales por las que las urnas de la Unión Europea han tornado su veredicto a posicionamientos más cercanos a la derecha y una mayor abstención por parte de los votantes presuntamente tendidos a la izquierda.

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